Te extraño sabes, como a mi misma, como a un milagro que nunca se cumplió. Esa promesa que nunca hiciste, que existió solo en mi. Tu abandono, tu insuficiencia, tu impotencia. No estas conmigo. Ese vacío existencial, ¿que hiciste? ¿A donde fuiste? Te pregunte muchas veces, no podés decir que no te busqué. Nunca vas a poder decir que me di por vencida porque en realidad la única que luchó acá para las dos fui yo. Soledad, ansiedad, angustia, dolor, pena, desamor, te gustó? ¿Hay siempre algo mejor que hacer o algún lugar mejor en el que estar distinto al que nos toca aca y ahora? ¿Porqué tenés siempre esa sensación de que hay algo que está mal en mi, que nunca soy lo suficientemente adecuada y completa? Pasa por otro lado el tema, pasa porque no te gusta que tenga siempre que complacer. No te gusta como soy, no te gustan los horarios, no te gustan las responsabilidades. No te gusta nada de todo lo que arme. Pero esta vida también es para vos, aunque no se sirva, aunque no te alcance. Porque cada vez que intento acercarme y pedirte que vuelvas, miras todo lo que te ofrezco y pedís más, pedís cosas que no te puedo dar. ¿Conoces la metáfora del reino de los fantasmas hambrientos?
Un mundo habitado por
seres fantasmales cuyos vientres están muy hinchados y digieren con dificultad,
a la vez que sus gargantas son tan
estrechas e irritadas que apenas pueden tragar. Es así como no logran comer sin
que hacerlo les cause dolor e indigestión, por lo que tienen hambre y sed
permanentemente. Su hambre es enorme, cualquier intento de satisfacerla les
provoca más dolor y sus posibilidades de satisfacción son mínimas. Tan grande
es su frustración, que sus vidas comienzan y terminan en sus necesidades permanentemente
insatisfechas...
Esto
sos vos. Te aprovechas de mi tentativa de aproximación. Yo nunca voy a darte más
de lo que te doy. Es lo que hay, es lo que soy. Anda, no vuelvas más si no querés
volver.