domingo, 22 de agosto de 2010

Si fuese un nombre, sería nada.



Completamente vacía me siento cuando no soy yo misma. No ser yo es ser yo sin mi. Pero a veces odio tanto lo que soy, a veces me mareo tanto que ni se quien soy en realidad.
¿Qué cosas me gustan, la puta madre?
Delires de domingos sin nada mejor que hacer... Me aburré un poco ser siempre igual... Me aburre que todo me guste poco y que nada me guste mucho, que todo me guste mucho y nada poco.
Nada... Es un buen nombre.
Completamente vacía me siento cuando no se quien soy, cuando no soy yo misma. Ser quien no soy es ser yo sin mi. Yo sin mi es estar sola... no estoy siquiera conmigo... y cuando vos sos lo único que tenés...qué haces? A dónde vas?

Y la música de fondo sigue sonando, atravesando mis pensamientos.
La música me vuelve terrenal, me recuerda que no es necesario saber para ser.
Solo Pensar.

nman

martes, 17 de agosto de 2010



Soy complicada y puede ser. Y esta bien. "No te enrosques" prefiero enroscarme y ser complicada, y no lisa... básica, chata... cuadrada.
Los espirales solo pueden llevar a un lugar: el centro. (edit: el centro de que-carajo me pregunto ahora... pero no lo quiero borrar, por algo lo habré escrito... (?) )
O tal vez no, tal vez van al otro lado, cualquier lado, todos los lados... Infinitos lados y posibilidades. Lo liso y llano no lleva a ningún lugar. Algo básico es predecible. Si, soy complicada. Pero nunca vas a saber que estoy pensando, eso seguro.
Y está bien, no saber, es mejor, es más excitante,
un juego de ruleta, el espiral dibujado al medio, y el destino incierto, no se puede hacer trampa.

jueves, 5 de agosto de 2010

Me importa un pito


No sé, me importa un pito que las mujeres tengan los senos como magnolias o como pasas de higo; un cutis de durazno o de papel de lija. Le doy una importancia igual a cero, al hecho de que amanezcan con un aliento afrodisíaco o con un aliento insecticida. Soy perfectamente capaz de soportarles una nariz que sacaría el primer premio en una exposición de zanahorias; ¡pero eso sí! -y en esto soy irreductible- no les perdono, bajo ningún pretexto, que no sepan volar. Si no saben volar ¡pierden el tiempo las que pretendan seducirme!
Esta fue -y no otra- la razón de que me enamorase, tan locamente, de María Luisa.

¿Qué me importaban sus labios por entregas y sus encelos sulfurosos? ¿Qué me importaban sus extremidades de palmípedo y sus miradas de pronóstico reservado?
¡María Luisa era una verdadera pluma!

Desde el amanecer volaba del dormitorio a la cocina, volaba de comedor a la despensa. Volando me preparaba el baño, la camisa. Volando realizaba sus compras, sus quehaceres...

¡Con qué impaciencia yo esperaba que volviese, volando, de algún paseo por los alrededores! Allí lejos, perdido entre las nubes, un puntito rosado. "¡María Luisa! !María Luisa!"... y a los pocos segundos, ya me abrazaba con sus piernas de pluma, para llevarme, volando, a cualquier parte.

Durante kilómetros de silencio planeábamos una caricia que nos aproximaba al paraíso; durante horas enteras nos anidábamos en una nube, como dos ángeles, y de repente, en tirabuzón, en hoja muerta, el aterrizaje forzoso de un espasmo.

¡Qué delicia la de tener una mujer tan ligera..., aunque nos haga ver, de vez en cuando, las estrellas! ¡Qué voluptuosidad la de pasarse los días entre las nubes... la de pasarse las noches de un solo vuelo!

Después de conocer una mujer etérea, ¿puede brindarnos alguna clase de atractivos una mujer terrestre? ¿Verdad que si hay una diferencia sustancial entre vivir con una mujer que vuele o con una mujer que tenga las nalgas a setenta y ocho centímetros del suelo?

Yo, por lo menos, soy incapaz de comprender la seducción de una mujer pedestre, y por más empeño que ponga en concebirlo, no me es posible ni tan siquiera imaginar que pueda hacerse el amor más que volando.

Oliverio Girondo

martes, 3 de agosto de 2010

Necesitaba gritar.



Era tarde, estaba acostada ya. Daba vueltas en la cama, no podía dormir. Necesitaba gritar. El
frío penetraba por el costado de la ventana mal cerrada.
Lo pensé.
Me levante.
Busqué algo que me abrigue, me puse lo primero que encontré. Bajé las escaleras sin hacer demasiado ruido, tenía miedo que alguien escuche mis pasos. Abrí con cuidado la puerta...
Salí.
El frío se hizo sentir en cada parte de mi cuerpo. Lo volví a pensar... dude. Pero decidí seguir adelante. Necesitaba gritar. Corrí lo mas rápido que pude hasta las vías. Miré el reloj, era casi media noche y sabía que el último tren estaba por pasar. No se si fueron 5, 6 o 10 minutos los que tuve que esperar para que pase. No se si fueron 10 minutos o toda la vida, ya no estaba ahí.
La vi.
Una pequeño destello que se iba acercando, una pequeña luz mas cerca, cada vez más cerca. Me encandilaba... Ya no veía y el ruido de las vías me había ensordecido. Estaba cerca, llené mis pulmones de aire y por fin, pasó.
Grité...
Grité todo lo que pude, ya no importaba si todo el pueblo podía oírme, el ruido de las viejas vías tapaba (casi) cualquier cosa. El tren se fue, y yo volví a casa, renovada. Necesitaba sacar todo lo que había dentro de mi.
Todo lo que había dentro de mi.