martes, 3 de agosto de 2010

Necesitaba gritar.



Era tarde, estaba acostada ya. Daba vueltas en la cama, no podía dormir. Necesitaba gritar. El
frío penetraba por el costado de la ventana mal cerrada.
Lo pensé.
Me levante.
Busqué algo que me abrigue, me puse lo primero que encontré. Bajé las escaleras sin hacer demasiado ruido, tenía miedo que alguien escuche mis pasos. Abrí con cuidado la puerta...
Salí.
El frío se hizo sentir en cada parte de mi cuerpo. Lo volví a pensar... dude. Pero decidí seguir adelante. Necesitaba gritar. Corrí lo mas rápido que pude hasta las vías. Miré el reloj, era casi media noche y sabía que el último tren estaba por pasar. No se si fueron 5, 6 o 10 minutos los que tuve que esperar para que pase. No se si fueron 10 minutos o toda la vida, ya no estaba ahí.
La vi.
Una pequeño destello que se iba acercando, una pequeña luz mas cerca, cada vez más cerca. Me encandilaba... Ya no veía y el ruido de las vías me había ensordecido. Estaba cerca, llené mis pulmones de aire y por fin, pasó.
Grité...
Grité todo lo que pude, ya no importaba si todo el pueblo podía oírme, el ruido de las viejas vías tapaba (casi) cualquier cosa. El tren se fue, y yo volví a casa, renovada. Necesitaba sacar todo lo que había dentro de mi.
Todo lo que había dentro de mi.

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